Frente a la imagen de la Santa Virgen, a sus pies, velas electrónicas que se accionan con monedas de 10 céntimos.
Introduzco una moneda y se enciende una. Introduzco otra y se enciende otra. Otra y otra más.
Meto una moneda de 20 céntimos y se encienden dos.
Levanto mi vista a la Santísima Virgen y al través de la cristalera en su parte superior izquierda, la luz de la tarde inunda de luminosidad blanca e intensa, pero no cegadora, en rederredor la Sagrada imagen, como un aura y una sonrisa.
La luz bañaba la Sagrada Imagen con una belleza mística.
Y luego me senté en un banco, de la prácticamente vacía iglesia y hablé con Dios y oré.
Y luego me fui.
Y me da igual que fuera un efecto óptico. Fue un milagro, como los que hay todos los días.
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